ELLA TIENE LA LLAMA en la mana izquierda. En la derecha tiene el carboncillo. La hija de Dibutade no mira a su amante, que se marcha. Se inclina por encima de su cabeza para inscribir la línea que traza su sombra en la pared.
La hija de Dibutade padece de desiderium.
El deseo es algo mucho más "negro", mucho más "atroz" de como lo presentan las sociedades modernas. El fondo del deseo es un "rayo de tinieblas". Cicerón definió el deseo en Tusculanas, IV: Desiderium est libido videndi ejus qui non adsit. El deseo es la libido de ver a alguien que no está. La desideratio es el gozo de ver al ausente. La palabra latina desiderium suele traducirse en francés por las palabras souvenir, regret, mélancolie o désespoir... Pero atómicamente, en el de-siderium, en el astro ausente, hay un sous-venir. En la desideración, el "venir" de la pérdida vuelve "por debajo" del propio "venir".
El deseo es el apetito de ver ausente.
El arte ve ausente
La joven "ve ausente" a aquel que ama. Anticipa su partida, imagina su muerte: desea a ese hombre.
Haec est hora vestra et potestas tenebrarum.
Esta es vuestra hora y el reino de las tienieblas. O más bien: en vuestra "hora" reina el "poder" de las tinieblas.
En dos ocasiones Pseudo Dionisio Areopagita escribió en griego: Mientras que el sol emite rayos de luz, Dios envía rayos de tinieblas.
En todo caso, es cierto que el primer mundo que hay en nosotros despide los rayos de su sombra.
Los alejandrinos, los bizantinos y los ortodoxos los llamaban skotou aktina. Rayos de sombra que San Juan de la Cruz, encerrado en la cárcel de Toledo, escribiendo con hollín mezclado con su orina, retoma y jerarquiza en su ascensión extática. La Torá dice que cuando Salomón hubo terminado de erigir el templo el Eterno descendió en forma de "tiniebla entre los muros". Así en todos los templos. No es luz lo que los templos traen a los hombres. Los templos son, en primer lugar, las moradas de los dioses: son "colecciones de tinieblas" Y también son maravillosos "depósitos de silencio".
¿Estuvo la hija del alfarero llamado Dibutade realmente enamorada de ese joven ciudadano tan hermoso que partía a la mañana siguiente, al despuntar el alba, para la guerra?
Ella no tiene a su amante entre los brazos: tiene una brasa apagada en la mano derecha.
No palpa el volumen del cuerpo de su amante: delimita su sombra sobre una superficie. Hay mujeres que solo aman la sombra de los hombres y los hijos que les dan.
El hombre partió.
Murió, y los comentaristas de Plinio el Viejo, añaden que el joven ciudadano murió de manera tan gloriosa, lanzándose contra las filas enemigas, que su nombre fue alabado por la ciudad al regreso de la campaña. Se le encargó una estela al alfarero. A Dibutade. Este retoma la silueta que su hija había inscrito en la pared sirviéndose de un carboncillo de leña. Transforma la sombra en un relieve de tierra, que pone a cocer en su horno.
Inflamando el carboncillo de leña que la hija de Dibutade tenía en la mano la noche de la partida.
Inflamando el carboncillo de leña que la hija de Dibutade tenía en la mano la noche de la partida.
El arte no solo quiere al ausente, sino que recibe encargos de la muerte.
Pascal Quignard. La noche sexual. Capítulo XXII.
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