sábado, 21 de noviembre de 2015

Memorias de un Dios moderno.

Me encargaron este mundo cuando estaba al borde de la destrucción. Los demás dioses no confiaban en que sería capaz de sacarlo adelante, que sería la pieza culminante que acabaría con él.
En ese momento vi la sonrisa de mi maestro y noté como sus ojos confiaban en mí y en mis recién adquiridos conocimientos. Cuando cerré la puerta del templo principal, todavía podía oír las protestas de los otros. No me afectó lo más mínimo.
Dejé todas mis pertenencias preparadas y recogidas pero no llevé ninguna conmigo; y me dirigí a bajar hasta la superficie.
Me despedí de mi maestro y de mis compañeros dioses menores en el umbral. Abracé a mis amigos y a los que no lo eran tanto. Mi maestro me dio varias palabras de aliento que ayudaron a que, dentro de mí, lo tuviera aún más claro. A pesar de esta seguridad, me sentí mal por él. Ahora caerían sobre él las quejas y los reproches de los dioses mayores. Tendría que dar la cara por mí cuando me equivocase. Tenía que hacerlo por él.
Acabadas estas despedidas, di el primer paso con decisión y me asomé para veros por primera vez. Lo que vi, lo que vi entonces me horrorizó en desmedida. Caos. Catástrofe y desasosiego.
Me quedaba mucho trabajo por hacer.
Me lancé al vacío y comencé mi viaje. Durante el traspaso de una dimensión a otra pude ordenar todas mis ideas y relacionarlas con lo que había estudiado sobre vosotros. Justo antes de llegar, establecí mi plan: viviría entre vosotros e intentaría cambiar el mundo a mi manera y desde dentro. Me mezclaría con vosotros y podría expandir mis conocimientos, además, sabiendo todo sobre vosotros y desde vuestro punto de vista podría serviros como liderazgo en pos de la transición a un nuevo mundo donde la luz reinaría por encima de vosotros y de mí. Mi objetivo era que vosotros pudierais ser capaces de cambiar vuestro mundo, sin atribuirle el mérito a otra entidad que no fuerais vosotros mismos.
El plan estaba hecho. La idea estaba planteada y yo, caminando entre vosotros. Manipulando desde dentro y con cuidado los hilos de vuestras existencias. Otorgándoos la voluntad, la decisión y las ideas que necesitáis para cumplir vuestros sueños, y esperando a que llegue el día en el que estos sueños culminen y se unan todos juntos en la luz que necesitáis para seguir adelante.
Míreme, maestro. Se sentirá orgulloso de mí y de ellos. Iluminaré nuestro templo y los mausoleos con la luz que emane de los sueños y ambiciones de mis protegidos. Demostraré que mi método y sus enseñanzas bastan para encarrilar a estos seres y evitar su propia autodestrucción. Tan solo obsérveme, oh maestro. Pronto tendremos un mundo de cosas de las que hablar.

1 comentario:

  1. Alejandro, me ha encantado. Creo que es el comienzo de un magnífico relato. Te animo a continuarlo.

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