lunes, 9 de noviembre de 2015

HORROR VACUI, miedo al vacío

Al leer la historia de Butades y el origen de la pintura, en el que su hija traza sobre una pared la silueta de la cabeza de su amante para así conservar su imagen y su alma, se me plantea la cuestión de la necesidad, o mejor, el impedimento que existía en el mundo clásico de ocupar todo con la existencia de algo. La pintura es la consciencia de la realidad en cuanto la representa y todo aquello que es representado existe; pero ¿qué ocurre cuando no existe la realidad? ¿Qué ocurre cuando el lienzo se llena de vacío?

Ahora recuerdo una obra de Lucio Fontana, Concepto espacial. Espera (1960), en la que la representación se rompe intencionadamente para generar la ausencia de la propia representación.

Cuando el mundo clásico ha tenido un “horror vacui” en la representación del mundo, también lo ha tenido en su concepción. Por un lado, volvemos a la necesidad de utilizar las primeras sustancias para explicar el mundo y es, en este caso, el cuchillo el que rompe esa presencia, entendido como el caos frente al orden. Pero hay algo más que se manifiesta no como presencia sino como ausencia.

Las ideas aristotélicas, que desarrollaría la iglesia, plantean  una naturaleza divina que ordena el caos; pero será a partir de 1644 cuando un discípulo de Galileo explica el vacío como realidad con el siguiente experimento:

Un tubo de vidrio de un metro de longitud, abierto en un extremo, se llena con mercurio y se tapa con el dedo, se le da vuelta y se coloca en un recipiente que también contiene mercurio. Se observa que la columna de mercurio desciende pero se detiene”.

El espacio que se ha creado por encima del mercurio prueba dos conceptos: uno que la naturaleza no aborrece el vacío y, otro, que el aire pesa. Este experimento pone fin a ideas defendidas por siglos y nos permite plantearnos nuevos avances científicos.


Así no es importante la luz o la sombra, sino la necesidad de una nueva realidad, el vacío.

Víctor Esquinas, BCT22

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