domingo, 22 de noviembre de 2015

La sombra de los prejuicios

En esta segunda entrada me gustaría hablar de los prejuicios y la gran sombra que los rodea.

Habitualmente en nuestras vidas, cuando conocemos a personas, solemos crearnos una imagen en nuestra cabeza de ellas. Siempre que hablamos con alguna persona o vemos alguna acción que realiza, tendemos a pensar lo que ha dicho o ha hecho. Pero es curioso que siempre acabemos prejuzgándolas en estos casos. Suele pasar que cuando vemos algo en una actitud o comentario que no entendemos o no aceptamos, tendemos a rechazarla y a pensar de ella alguna cosa, que suele ser generalmente mala. 

Si por ejemplo vemos a una persona que contesta mal a otra, solemos pensar que es maleducada. Si vemos que alguien quiere llevar la voz cantante en alguna situación, solemos pensar que es un mandón. Pero no pensamos que puede que la persona tenga un mal día y no lo esté pasando bien o que puede que quiera llevar la voz cantante porque sabe mucho del tema que se trata. (Obviamente, esto no se cumple con todo el mundo, hay personas maleducadas y mandonas pero no indica que todos sean así.)

Todo esto son acciones que pasan día a día y que nosotros “pensamos” a pesar de que no lo mencionemos en voz alta. Y es un gran error. Prejuzgar está mal. Porque tendemos a hacernos en nuestra mente una “idea” de como es una persona por lo que vemos, que normalmente no se ajusta con la realidad de como pueda ser. Los prejuicios crean rechazo y eso hace que cuando vemos acciones que no nos gustan, rechacemos a una persona sin darle la oportunidad de conocerla. No es algo justo, pero pasa. 

Ahora bien, ¿no sería mejor darle una oportunidad en vez de prejuzgarla? Conocerla, saber por lo que pasa y sobre todo saber cómo es realmente y ya entonces se podría “entender” que emitiéramos un juicio sobre ella basándonos en lo que vemos y escuchamos y no en lo que nosotros nos imaginamos. 

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